Así que he estado a dieta rigurosa desde hace bastante tiempo, aunque a veces no he podido ser tan constante y me he atracado con dos toneladas de turrón de doña pepa que para mi surte el mismo efecto que cuando me empujo dos toneladas de semifreddo de pistaccio en Laritza, o sea genero endorfinas que da miedo y me pongo eufórico y con ganas de encamarme con medio Lima.
He estado cuidando la dieta hasta hace un rato, que me entró un hambre de esas que parecen dos, y juntado con su frío más que está haciendo (maldito frío limeño!!!) pues tuve que salir disparado donde la tía de en medio de la avenida (porque la tía de la esquina ya fue desalojada con todo y cría) a comprar un paquete jumbo de Nik, esos waffers que cuestan caro y traen poquito, todo porque no había ni jamón ni queso en casa para hacerme un par de “sánguchedes” (como diría Don Ramón). Espero que no me crezca la guata en un día, supuestamente debería haber bajado esas medidas.
A veces salgo desmoralizado de la evaluación física, una vez pensaba que había reducido harto la panza, entonces el instructor me midió y todo, y vimos la “evolución” en la PC donde tiene guardado mi historial de medidas, y resultó que me había crecido la panza como cinco centímetros!!! Esa vez me fui a la mierda emocionalmente y maldije los dos kilos de chocolate que trajo mi tío cuando vino de USA y que me empujé de una sola sentada.
Es que toda la vida he sido de esos a los que les gusta el dulce. Cuando era chibolo creía que el almuerzo perfecto sería así:
- Entrada: galletas de vainilla bañadas en chocolate
- Segundo: torta selva negra
- Postre: helado de chocolate
- Refresco: cocacola para todos
No sé cómo es que hay gente que dice: “no, yo no soy mucho de dulces, soy más de salados”, y le entran a las grasas que da miedo. Es que yo no preferiría un pollo a la brasa entero con todo y rabadilla a una torta tres leches, por ejemplo. Claro que el pollo es más consistente y todo lo que quieras, pero es que… no sé, quizá sea la situación, a veces uno quiere llenarse la panza de grasa frita y otras veces uno quiere sentirse el ser más querido del universo.
Un amigo me contó que había engordado cuando trabajaba en un banco, porque todo el día se la pasaba tragando pan con huevo de la tía pan con huevo que tenía su puesto en la puerta del banco. Se empujaba fácil ocho panes diarios, puta así quién no engorda pues!!! Yo en cambio, si fuera uno de esos que saben que pueden gastar su plata en huevadas, me estaría comprando chocolates y galletas y harto azúcar, pero lo que me detiene es el hecho de querer tener forma humana.
Entonces… ya les contaré luego cómo me fue, deséenme suerte.